jueves, 1 de octubre de 2009

Como lágrimas en la lluvia: la muerte del replicante

Esta es, con diferencia la escena que más me gusta de Blade Runner. He visto esta película muchas veces y me impresiona el momento en el que el replicante le dice al protagonista aquello de "todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia".


Es una escena triste y hermosa a la vez, en la que un ser que está apunto de morir, se redime y es capaz de amar la vida como nunca la ha amado, incluso la vida ajena. Se habla del valor de la vida y de los grandes interrogantes, y sobre todo, lo que se desprende del monólogo es que todos somos únicos en el mundo, con nuestras propias vivencias. El replicante que quería trascender, en el último momento decide no morir matando.


La fotografía de Blade Runner siempre me ha parecido genial, con esa atmósfera sucia que rodea a personajes solitarios que malviven en una ciudad decadente. Y con esa lluvia que se lleva los recuerdos de un replicante moribundo, y que a la vez le purifica y le hace ser más humano que nunca, cae como las lagrimas por una sociedad enferma. Y al final, su mano deja escapar volando a la paloma, igual que se le escapa su propia vida...


Disfrutad de ese monólogo de Rudger Hauer, que está perfecto en el papel del replicante. Lo reconozco, esta película es una de mis debilidades. La he visto varias veces, en distintos montajes, y no me canso de verla.










Audrey Hepburn

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Audrey Hepburn siempre ha sido una de mis actrices favoritas del cine clásico. Su verdadero nombre era Edda Kathleen Hepburn-Ruston Van Heemstra (poco práctico y atractivo para una actriz) y nació en Bélgica en 1929. Sus padres eran un banquero inglés y una aristócrata holandesa, que se divorciaron en 1935. Ella se quedó con su madre y vivió en Holanda e Inglaterra.


Aprendió ballet, y gracias a su figura delicada y estilizada entró a trabajar en el mundo de la moda, como modelo. Esa experiencie le dió la oportunidad de conseguir sus primeros papeles en el cine, como extra y en Broadway tras irse a vivir a vivir a Hollywood.


En 1953 llegó su gran oportunidad de triunfar en el cine con la película Vacaciones en Roma, de William Wyler, protagonizada junto a Gregory Peck. Su aspecto aristocrático la hizo una buena candidata para interpretar el papel de una princesa aburrida de sus obligaciones que se escapa. Durante la escena en la que ella se asusta cuando Gregory Peck mete la mano en el león de piedra, la reacción de ella fue real cuando él fingía que había perdido la mano. Fue una broma del actor, y a William Wyler se le ocurrió incluírlo en la película tal y como aparecía. La interpretación en esta película le valió ganar un Oscar a la mejor actriz.


En 1954 trabajó en la película Sabrina, de Billy Wilder, que es para mí una de las más divertidas. Compartía el cartel con Humphrey Bogart y William Holden y su elegancia se hacía patente una vez más en esta historia de un triángulo amoroso.


En 1956 intervino en Guerra y paz, de King Vidor, en la que también aparecía el actor Mel Ferrer, con el que se casó, y con el que tuvo un hijo. Volvió a trabajar con Billy Wilder en la película Ariane en 1957. Ese mismo año también protagoniza Una cara con ángel. En 1959 fue la protagonista de Historia de una monja, por la que estuvo nominada a los Oscar.


En los años 60 trabajó en Desayuno con diamantes, de Blake Edwards una de sus películas más famosas, junto a un actor poco conocido, George Peppard. Audrey aparecía cantando la canción Moonriver, sentada en la ventana, y esa escena se conservó a pesar de que Edwards quería eliminarla.


En 1963 llegó Cary Grant y la película Charada, de Stanley Donen. Es una película con una trama complicada, con identidades falsas, intriga y un romance. A mí me encanta una escena en la que ella, susurrando a Cary Grant le pregunta "¿sabes qué tienes de malo?" "nada".


Posteriormente trabajó en My Fair Lady, en 1964, en Cómo robar un millón, en 1966, Sola en la oscuridad y Dos en la carretera, en 1967. A partir de ahí, empezó a trabajar de manera esporádica. Se divorció de Mel Ferrer y se casó con un médico, con el que tuvo su segundo hijo.


Sus últimas interpretaciones en el cine fueron en Robin y Marian, junto a Sean Connery, en 1976, en la que se retrata el romance entre unos maduros Robin Hood y Lady Marian, y en cuya película lo mejor (para mi gusto) es ella. En 1979 apareció en Lazos de sangre, en 1981 en Todos rieron, y por último, en 1989 en Always. En 1993 falleció, con 63 años, de un cáncer de cólon.


Ella fue una de las actrices más elegantes de la historia del cine, en un tiempo en el que se llevaba una belleza más explosiva. Fue capaz de convivir en un momento del cine en el que actrices como Marilyn Monroe o Jane Mansfield, con físicos más voluptuptuosos tenían mucho éxito. A pesar de su muerte, se ha convertido en un icono de la elegancia y todavía su imagen aparece asociada a la moda, y por supuesto, al cine clásico.


Una película: Ser o no ser

Primero un breve resumen (breve, de verdad): Varsovia, Segunda Guerra Mundial. Los nazis han ocupado Polonia y la resistencia está en peligro por culpa de un espía. Los protagonistas son los actores de una compañía de teatro polaca, que representan Hamlet. Dos de ellos están casados, precisamente el actor principal, Joseph Tura, que cuando comienza el monólogo "Ser o no ser", ve con estupor como un soldado se levanta y se va al camerino de su mujer, María, en cada representación. A partir de ahí se suceden las dudas del actor, y se ve mezclado en la trama de espionaje, con Hitler de por medio, suplantación de identidades, y dudas sobre la fidelidad de su mujer.


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Momento memorable el del soldado levantándose para ir al camerino de la actriz, mientras el marido comienza su monólogo y se queda atónito, con una mezcla de "pero si se va a perder lo bien que actúo", y "malandrín, vas al camerino de mi mujer." Además de las veces que habla de sí mismo como "ese gran, grandísimo actor". Y también memorable la aparición de Hitler paseándose por la calle, para sorpresa y terror de todos los ciudadanos.



Y ahora los detalles técnicos, por si tenéis curiosidad. La película es de 1942, dirigida por Ernst Lubitsch, con guión de Edwin Justus Mayer. El reparto estaba encabezado por Carole Lombard, que fue esposa de Clark Gable y que murió en un desgraciado accidente de aviación poco después de hacer la película. Y quien interpreta al marido era Jack Benny. Robert Stack interpreta el papel del soldado, y el resto del reparto es Stanley Ridges, Felix Bressart, Lionel Atwill, Sig Ruman, Tom Dugan, Charles Halton, George Lynn.

Ah, para los que tengan más curiosidad todavía, la duración es de 99 minutos. La música es de Werner R. Heymann y la fotografía de Rudolph Maté.

Si podéis verla, no os la perdáis, es una buena sátira y la escena final es memorable.

¡¡¡Por cierto!!! Hay una película de Mel Broocks que parodia esta, así que no las confundáis. Aquí la titularon Soy o no soy.

Cómo me hice cinéfila

Cuando compró las entradas se las guardó en el bolsillo y se colocó con su hermana en la cola para entrar en el cine. Era un local pequeño, de barrio, con cuatro salas desde que el dueño lo había reformado un año antes.

"Seguro que es muy bonita la película", pensó, mientras su hermana buscaba unas monedas en su pequeño monedero de color rosa.


Las puertas se abrieron y la gente empezó a entrar en el vestíbulo del cine; compraron unos refrescos, y entregaron la entrada. "Sala dos", dijo el hombre, señalando con el dedo. Caminaron hacia la puerta, sonrientes, pensando las dos que era la primera vez que iban solas al cine, sin sus padres, sin la madre de alguna amiga del colegio, solo ellas.


La sala estaba poco iluminada; la gente iba ocupando sus butacas, y las dos hermanas encontraron las suyas. En cuanto se sentaron se apagaron las luces y comenzaron los anuncios de películas, con los comentarios de "esta puede estar bien", "esta parece un bodrio", y finalmente los título de crédito de la que iban a ver. Contuvieron la respiración, y las primeras imágenes de El Último Emperador surgieron ante sus ojos, hasta que la sala desapareció, la butaca se hizo invisible, la luz de emergencia de la pared dejó de existir, porque estaban allí, en China, y ya no existía nada más que la película.




Cuando salieron del cine, las dos estaban impresionadas y comentaron lo bonita que les había parecido la película. Esa fue una de las muchas veces que fueron juntas al cine, en ese cine pequeño, de butacas minúsculas e incómodas que estaba en su barrio, que ahora es un supermercado, pero que fue muy importante durante esos años.


Allí me hice cinéfila...


Selene